Muestrarios en movimiento

En octubre, vuelven a activarse los bordados confeccionados en el taller de Bordado Miniatura, decenas de imágenes de la historia y el presente de Ing. White cosidas a mano, puntada a puntada, por más de 30 vecinas de Ing. White y Bahía Blanca, mientras intercambiaban sus saberes y experiencias a través de mensajes telefónicos.

Malena Corte, docente que coordinó el taller, ya empezó a reunir los bordados para montarlos sobre tiras de lienzo desde la cocina de su casa. Cada soporte de tela reúne distintos temas de la vida portuaria: pájaros, insectos, otros animales, plantas, lanchas de pesca, herramientas y objetos de uso cotidiano del pueblo y el puerto. Una serie que empieza a componer un mundo, resultado del trabajo colectivo y que se reúne atravesando las distancias.

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Encuentro Hechuras II

El lunes pasado, un grupo de personas de White y Villa Rosas caminó por el museo para hablar de un componente muy especial que se puede encontrar en las salas: las hechuras. Objetos únicos construidos a mano por sus amigos, familiares o por ellos mismos. Por ejemplo, una repisa y una botella pintadas o un palillo de batería transformado en soporte museográfico o pinturas sobre chapa con escenas del puerto hechas por alguien que lo habitaba. Estos objetos aparentemente dispares tienen varias cosas en común. Además de que son únicos, guardan marcas del pulso de quien los ideó. Parece un pulso decidido a inventar, a presentar parte de la vida en una obra, a veces también para no aburrirse. Pero siempre para hacer algo -bien material- contra el olvido.

Omar De Liberato habló de los objetos que construía su padre, Mariano Domingo De Liberato. Fogones con azulejos, mesas de cemento con retazos de cerámico, espejos con latas de dulce de batata y otros objetos ornamentados con formas geométricas y colores vivos, que Mariano construyó a lo largo de su vida. Si bien trabajaba en Bunge y Born reparando máquinas, estas hechuras no hablan de esa labor sino de todo lo contrario. Era en los momentos libres en los que desarrollaba toda otra lógica guiada por el disfrute: componer objetos con retazos de materiales, diseñando forma y color con su criterio de belleza. Tal vez Mariano se sentía, más que trabajador, el hacedor de esos espacios ocio, de esos objetos únicos.

Caminando unas salas más allá, llegamos a una pequeña vitrina que guarda un palillo de batería. Fue rubricado a mano y traído al museo por Marcelo “Pelusa” Greco, que en 2009 quería dejar memoria de los eventos recientes: el primer White rock en el patio del museo, extendido a otros espacios públicos con la participación de bandas locales. Parado junto al palillo que usaba en la banda La mula, “Pelusa” respondió a la pregunta de ¿qué tiene que ver el rock con la historia de white? y viceversa, qué del rock local está hecho de historias del puerto, las cantinas, el barrio Gardel y la experiencia particular de ser joven en los `70, en White.

“Fui a una muestra, llevé cuadros”, podría decir el pescador Jorge Alberto Iturbide, quien al ser invitado por sus amigos a hablar sobre las hechuras de otro amigo, Ernesto Paro, se acercó trayendo bajo el brazo un cartel y un chapón pintados que guardaba en casa. Iturbide, junto a Roberto “Chapa” Orsali y Luis Leiva, recorrieron imagen por imagen las escenas portuarias ideadas por Paro, escenas del pueblo y del puerto pintadas en las década del `90: un entorno que entonces se transformaba radicalmente y que quedaría sólo fijado en estas pinturas.

 

Boya 70

Les presentamos Boya 70, nuestra revista digital. Acá compartiremos distintas propuestas de personas que están pensando en simultáneo, cuestiones cercanas al museo. En este primer número Aldana Tellechea, Zenón Deviagge, Renzo Luna Chima, Agustina Paz Fontera y Jimena Zeitune indagan la cuestión de las “Hechuras”: objetos producidos –al menos en principio- fuera de la lógica de la mercancía. Preguntarse por ellos (y desarrollar herramientas para hacerlo) también es preguntarse por el mundo. Los invitamos a leer los artículos, ver las fotos, y enterarse de qué hablamos.

La ría de Bahía Blanca tiene un sistema de balizamiento constituido por 69 boyas luminosas que marcan un rumbo para que las embarcaciones puedan acceder al puerto. Desde el museo proponemos imaginar una más. La 70. Una boya más para invitar a ingresar al puerto, a White, al museo. También para salir. Una boya ilumina, pero cómo se desprende de la lógica del balizamiento, sólo cumple su cometido en relación a las otras, al funcionamiento colectivo

Bienvenidos a la Boya70

HECHURAS: Los De Liberato

Omar De Liberato trajo esta botella y repisa para donar al museo. Quería que estén acá, porque fueron hechas a mano por su papá, Mariano Domingo De Liberato.

Mariano nació en Italia, llegó a White a los 2 años y se fue a vivir a Villa Rosas después de casarse. Trabajó como maestranza para Bunge y Born, que continuaría más tarde como Junta Nacional de Granos. Una vez jubilado, siguió trabajando instalando un comercio en su barrio o como viajante. Pero de lo que hablamos acá es de lo que hacía en su tiempo libre. Según su hijo: No podía estar con las manos cruzadas, siempre tenía que hacer algo, innovaba, hacía cosas…

Mariano inventaba y construía objetos para usar en su casa o regalar a familiares y amigos. Hacía marcos de espejos  cortando una lata de dulce de batata en tiritas y doblando tira por tira, jueguitos de jardín miniatura con la misma técnica, pequeños aviones de madera que recordaban su sueño de ser piloto, mesas de cemento ornamentadas con retazos de espejo, fogones decorados con cerámicos que encontraba por la calle, cuadros con imágenes coloreadas con papel metalizado de bombones y otros objetos que variaban la técnica según la necesidad constructiva-inventiva.
Preguntamos a Omar por qué cree que su papá hacía esas cosas y piensa, primero, que tal vez esté ligado a la inmigración, al haber desarrollado el saber práctico de ahorrar y construir con lo poco que hay, encontrando un valor en reutilizar lo que otros descartan. Pero enseguida recuerda que él también tiene ese hábito, el de hacer objetos en los ratos libres, cuando no entran clientes en su peluquería: Yo también, hago cosas que la gente me dice: «Pero… ¿por qué?» Agarro una silla que está un poco rota y te la arreglo, te la tapizo y le hago un dibujo. O con caracoles, esos barquitos, he hecho… No sé si viene de herencia o qué, pero a mí me gusta el labor, el labor manual es lindo.
Hacer por el placer del trabajo manual, que es también intelectual, disfrutar desarrollando una técnica que da lugar a la inventiva, que pone al cuerpo a moverse en el terreno de la imaginación: Aparte la cabeza te trabaja… ¿Qué hago con esto? ¿Cómo puedo hacer? Con los caracoles he hecho veladores. ¿Cómo carajo puedo hacer un velador? Y bueno, agarré la técnica de agujerear, conseguí ostras grandes, un caracol grande, lo agujereé, lo puse ahí, tuve que conseguir focos más chicos, portalámparas más chicos, le pasé un cable…. y queda un velador hermoso.
Omar se refiere a una ocupación, una dedicación particular, distinta a la del trabajo asalariado. Motiva a hacer estos objetos otra lógica, aunque a veces terminen expuestos en la peluquería y alguien los compre para llevar a su casa. Se trata de un placer que tal vez surja de la no “necesidad” de ese trabajo. Y de la subjetividad puesta ahí, ya que se trata de un modo de hablar de uno mismo, de comunicar más compleja y completa que el nombre propio.                                                                                                                                                                                     Omar recuerda que su padre disfrutaba mucho el momento de mostrar su trabajo a los demás, les contaba cómo había hecho cada detalle a sus amigos y parientes: Decían: ¡¡Uy, esto lo hizo Mariano!! ¡Marianito! Y capaz que estaban una hora hablando de este tema. Era todo un acontecimiento, venían todos a verlo.
Por eso Omar trajo los objetos de su papá al museo, con la voluntad de que de que estas hechuras vuelvan a cumplir una de las funciones que Mariano les asignaba: encontrarse con otros, tal vez con vecinos conocidos de sus tiempos en White.                                                                                                               Omar promete volver otro día al museo, esta vez una azucarera hecha por él, usando como materia prima con cd viejos. La hechura del propio Omar, permite entender mejor los objetos de su padre: A mí me gusta que me digan “está lindo”. Y sí, lo hice yo. Es un placer para uno mismo. Yo pienso que no es para ganar dinero, es una satisfacción personal. La satisfacción de él era que esto era suyo.

Preguntas a una HECHURA

¿Quién la hizo? ¿Con qué motivos? ¿Se divertía construyéndola? ¿Pensaba en alguien, en algo? ¿En qué momentos la hacía? ¿En su casa, en un taller? ¿La preparaba para usar en un living o en la pieza? ¿Para traer al museo? ¿Qué tipo de usuario/observador buscaba? ¿Qué tradiciones ponía a circular, de qué modo las modificaba?  ¿De quién aprendió o sacó la idea para hacerla?

¿Cómo está construida? ¿Con qué herramientas? ¿Con qué prácticas de construcción está relacionada? ¿Con qué otros objetos? ¿Y los materiales usados para hacerla? ¿Podemos situarla en un sector social? ¿Cómo pensar/hablar de categorías de clase sin caer en reduccionismos? ¿En relación a qué modas de consumo está? ¿A qué épocas del diseño y del arte)? ¿Qué saberes supone? ¿Con qué otros objetos del museo se emparenta?

¿Qué sueños incluye? ¿A qué otros objetos renunciaba en el acto de construirla? ¿Alguna vez tuvo precio? ¿Quién y por qué la trajo al museo? ¿Qué piensan de esta hechura otros vecinos? ¿Cuáles son las hechuras del presente?

HECHURAS

En el puerto hiperproductivo, “eficiente” y preocupado por maximizar ganancias, alguien se dedica toda una tarde a hacer un objeto inútil. Inútil para esa lógica: algo que no es mercancía y que a lo sumo va a circular en la red de sus afectos, conocidos, vecinos.

El museo exhibe en sus salas muchos objetos de ese tipo, hechos a mano por un jubilado en su tiempo libre, una vecina mientras escucha la radio, un navegante cuando no está embarcado. Una botella llena de tierra de colores, una cortina bordada para poner en la ventana de la pieza, la casita de Tucumán en miniatura. Hechuras, objetos cotidianos y únicos a la vez, que remiten a un contexto de época, a ciertas relaciones sociales, pero también a la historia particular de quien los construyó, sus sueños y sus modos de usar el tiempo libre.

¿Qué queda en la historia del puerto del placer de una tarde dedicada a construir un adorno con las propias manos? ¿Cuánto tiene ese objeto de útil, de necesario, y cuánto de ocioso, de necesariamente ocioso para quien lo hizo? ¿Qué ideas sobre lo “lindo” condensa? ¿Qué relaciones con lo “bello”? Posibles puntas para empezar a abordar el mundo de estas hechuras whitenses, que vamos a estar indagando, compartiendo e invitando a pensar este año.