Omar De Liberato trajo esta botella y repisa para donar al museo. Quería que estén acá, porque fueron hechas a mano por su papá, Mariano Domingo De Liberato.


Mariano nació en Italia, llegó a White a los 2 años y se fue a vivir a Villa Rosas después de casarse. Trabajó como maestranza para Bunge y Born, que continuaría más tarde como Junta Nacional de Granos. Una vez jubilado, siguió trabajando instalando un comercio en su barrio o como viajante. Pero de lo que hablamos acá es de lo que hacía en su tiempo libre. Según su hijo: No podía estar con las manos cruzadas, siempre tenía que hacer algo, innovaba, hacía cosas…
Mariano inventaba y construía objetos para usar en su casa o regalar a familiares y amigos. Hacía marcos de espejos cortando una lata de dulce de batata en tiritas y doblando tira por tira, jueguitos de jardín miniatura con la misma técnica, pequeños aviones de madera que recordaban su sueño de ser piloto, mesas de cemento ornamentadas con retazos de espejo, fogones decorados con cerámicos que encontraba por la calle, cuadros con imágenes coloreadas con papel metalizado de bombones y otros objetos que variaban la técnica según la necesidad constructiva-inventiva.


Preguntamos a Omar por qué cree que su papá hacía esas cosas y piensa, primero, que tal vez esté ligado a la inmigración, al haber desarrollado el saber práctico de ahorrar y construir con lo poco que hay, encontrando un valor en reutilizar lo que otros descartan. Pero enseguida recuerda que él también tiene ese hábito, el de hacer objetos en los ratos libres, cuando no entran clientes en su peluquería: Yo también, hago cosas que la gente me dice: «Pero… ¿por qué?» Agarro una silla que está un poco rota y te la arreglo, te la tapizo y le hago un dibujo. O con caracoles, esos barquitos, he hecho… No sé si viene de herencia o qué, pero a mí me gusta el labor, el labor manual es lindo.

Hacer por el placer del trabajo manual, que es también intelectual, disfrutar desarrollando una técnica que da lugar a la inventiva, que pone al cuerpo a moverse en el terreno de la imaginación: Aparte la cabeza te trabaja… ¿Qué hago con esto? ¿Cómo puedo hacer? Con los caracoles he hecho veladores. ¿Cómo carajo puedo hacer un velador? Y bueno, agarré la técnica de agujerear, conseguí ostras grandes, un caracol grande, lo agujereé, lo puse ahí, tuve que conseguir focos más chicos, portalámparas más chicos, le pasé un cable…. y queda un velador hermoso.

Omar se refiere a una ocupación, una dedicación particular, distinta a la del trabajo asalariado. Motiva a hacer estos objetos otra lógica, aunque a veces terminen expuestos en la peluquería y alguien los compre para llevar a su casa. Se trata de un placer que tal vez surja de la no “necesidad” de ese trabajo. Y de la subjetividad puesta ahí, ya que se trata de un modo de hablar de uno mismo, de comunicar más compleja y completa que el nombre propio. Omar recuerda que su padre disfrutaba mucho el momento de mostrar su trabajo a los demás, les contaba cómo había hecho cada detalle a sus amigos y parientes: Decían: ¡¡Uy, esto lo hizo Mariano!! ¡Marianito! Y capaz que estaban una hora hablando de este tema. Era todo un acontecimiento, venían todos a verlo.

Por eso Omar trajo los objetos de su papá al museo, con la voluntad de que de que estas hechuras vuelvan a cumplir una de las funciones que Mariano les asignaba: encontrarse con otros, tal vez con vecinos conocidos de sus tiempos en White. Omar promete volver otro día al museo, esta vez una azucarera hecha por él, usando como materia prima con cd viejos. La hechura del propio Omar, permite entender mejor los objetos de su padre: A mí me gusta que me digan “está lindo”. Y sí, lo hice yo. Es un placer para uno mismo. Yo pienso que no es para ganar dinero, es una satisfacción personal. La satisfacción de él era que esto era suyo.