No sólo un accidente

La explosión de ayer en la planta de polietileno de baja densidad (LDPE) de la empresa Dow Chemical no es un accidente puntual ni una mera cuestión técnica.

Esta explosión se conecta con los escapes de cloro del año 2000, es una cuestión histórica y política. Es el emergente de una situación estructural: la asimetría entre la producción portuaria y las condiciones de vida del pueblo a partir de la implementación del modelo neoliberal en los años ’90, donde las condiciones de vida de los vecinos no fueron tenidas en cuenta. Se reparten desigualmente ganancias y riesgos.

Lo que se renueva es el reclamo de las vecinas que percibieron primero en su vida cotidiana, en sus plantas, en sus margaritas, cómo su vida era afectada: el Estado es quien debe hacerse cargo de esa relación conflictiva y tratar de privilegiar el bienestar de los vecinos.

(La foto de la explosión es de Raúl Gómez)
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2001, ahora y desde acá

La crisis de 2001 suele asociarse, en seguida, con los cacerolazos y la represión del 19 y 20 de diciembre, o sea, con cosas que pasaron, exclusivamente, en la Capital Federal. La pregunta que surge entonces es: ¿Cómo se vivió la crisis en el llamado “interior” del país? ¿Coinciden la fecha, el modo de la protesta, los efectos, o aun las causas?

Para el museo, el 2001 en White es, en realidad, el 2000. Entre agosto y septiembre de ese año, los vecinos cortaron las rutas de acceso a las plantas del Polo Petroquímico, reclamando controles luego de los escapes. Al mismo tiempo, los pescadores artesanales hicieron un “piquete en el agua”, exigiendo que la Subsecretaría de Pesca de la provincia diera marcha atrás con el permiso que tenían empresas pesqueras chinas de operar en la ría. Esa vez, y por primera vez, San Silverio fue llevado a la ría fuera de la procesión habitual.

El modo de protesta que usaron los trabajadores y vecinos whitenses remitía, sin duda, a una forma de reclamo que se venía dando desde mediados de la década de 1990, cuando las privatizaciones habían dejado sin trabajo a miles de argentinos. Lo que, a primera vista, parecía un conflicto particular y coyuntural, propio de una localidad portuaria, era, en realidad, una forma más en la que se vivía la crisis. Lo que la gente reclamaba, en realidad, era trabajo, reflexiona la docente y vecina María Gabriela Rodríguez. La crisis del 2001, en White, empezó en el ’95, sostiene Cristian Pierez, también vecino whitense y trabajador de ABSA. Una crisis, entonces, implica distintas miradas acerca de lo que es y de cómo se la ubica en el tiempo y en el espacio. El sentido de una crisis está siempre en disputa.

¿Cómo interpretar la crisis de 2001 hoy, más de diez años después? Algunas pistas pueden encontrarse en los efectos que tuvieron las protestas del 2000 en White. Luego de los piquetes, se creó por ley 12.530 un programa estatal que tiene la función de garantizar la “calidad  ambiental”. El permiso de la Subsecretaría de Pesca fue retirado, y en 2001 la provincia declaró la “emergencia pesquera”. Así, los efectos tuvieron que ver con cambios en las políticas estatales. De hecho, el destinatario de los reclamos era, precisamente, el Estado. Preguntarse por la crisis del 2001 es, entonces, preguntarse por el rol del Estado hoy, por sus funciones, por sus políticas en relación al trabajo, al medioambiente, a la actividad económica. Una pregunta sobre el 2001 es, sin duda, una pregunta sobre el presente.

Límites

El incidente ocurrió en un sector que no está relacionado con procesos productivos ni de control, por una explosión cuyas causas deberán establecer las pericias. Este suceso no afectó el funcionamiento de la planta y no provocó riesgo alguno para el resto de los empleados, los vecinos y la comunidad.

(Fragmento del comunicado de la empresa Petrobrás después del accidente en el que murió el trabajador Antonio Valente y fue herido su compañero Miguel Ángel Graziano, 11 de agosto de 2011)

Los operarios llaman matera al espacio de descanso en la planta. ¿Cuál es el límite entre las válvulas de una refinería y el cuerpo de un operario? Reunirse a comer para reponer energías y después seguir trabajando, ¿no forma parte del proceso productivo?

Caminar entre el Polo y el barrio

La primera caminata se realizará sobre el “límite” entre el barrio 26 de Septiembre y el Polo Petroquímico, de la que van a participar algunos chicos de 4º, 5º y 6º de la escuela Mosconi que viven en esa zona. En el primer encuentro reflexionamos acerca de los modos de referir los desplazamientos por ese espacio: Yo para ir a la escuela paso por el ‘campito’ comentó Nicolás, quien reconoció rápidamente el lugar en que fue tomada la foto al inicio del post, aunque hoy ese campo del fondo esté definitivamente transformado por otras «plantas». Otra cuestión que surgió fue el código que usan los que viven en el barrio, y que un visitante no conoce: Juan Cruz explicó a qué se refiere el graffiti «22» escrito con Liquid-Paper en pizarrones y puertas de la escuela.
Porque caminar también es reflexionar sobre el modo de hablar sobre caminar.

Durante el segundo encuentro, esta vez en la biblioteca de la escuela, se trabajó sobre un plano en el que se fue marcando el itinerario más adecuado para contestar las preguntas que guiarán la caminata del miércoles: ¿Hay límites entre el barrio y el Polo? ¿Se ven? ¿Se huelen? ¿Se escuchan? ¿Se tocan? Se fue marcando con línea de puntos roja la ruta a seguir durante la exploración.

Al “pasar”por el pasto de PBB, Franco comentó que tiene un pasto re-piola para jugar al fútbol, pero que cuando vamos con los chicos viene el seguridad y nos echa y nos dice: -Es zona de riesgo, muchachos, no se puede estar acá… – Pero es re-piola el pasto, sí, sí es de verdad.