Creado en 1987, es una institución pública y comunitaria dedicada a la historia y el presente de Ingeniero White, pueblo y puerto de Bahía Blanca. Bienvenidos.
Traelas al museo, contanos su historia y ayudanos a armar el archivo de todas las lanchas que amarraron desde los inicios de este puerto de Ingeniero White hasta hoy.
Te esperamos todos los martes de 8.00 a 17.00 hs o contactanos al teléfono 4573006 o al mail difusionmuseodelpuerto@gmail.com para coordinar el encuentro.
¿Queres ver que pasó en el último Taller de hacer lanchitas?En este video hay un poco de tooodo lo que formó parte de esa tarde: chicas, chicos, familias, tijeritas, cajones de pesca, integrantes del equipo, mini salvavidas y mini cabos de amarre preparados por Albana Álvarez. También el carpintero Matías Mancisidor, la diseñadora Johana Deak y la cocinera de pescado Graciela Ruiz acompañando la actividad en cada mesa, los pescadores Herminio Onorato y Enrique Russo hablando sobre sus experiencias de vida y hasta la vecina Nunzia Mazzella contando sobre técnicas de pesca que trajeron quienes, como ella, nacieron en la Isla de Ponza.
A veces las lanchas salen a navegar y se detienen a tirar redes sobre el mismo cardumen, así quedan pescando muy cerca unas de otras, formando una flota. Por eso, en este taller cada lanchita que se fue a casa ese día no está sola. Porque cada ola es, con otras olas, el mar.
En este momento se está desarmando el Puerto Piojo tal como lo conocíamos, ese sitio que, desde fines de los ’60, se les asignó a los pescadores artesanales para anclar sus lanchas y bajar cajones de camarones y langostinos, y que ellos usaron también para arreglarlas, calafatearlas, pintarlas, tejer redes y reunirse. Cualquiera que haya recorrido el puerto de Ingeniero White en las últimas décadas habrá visto numerosas canoas y lanchas detrás de un alambrado, sostenidas por palos para que no se volteen; quizá hasta recuerde alguno de sus nombres: “San José II”, “Cristina Antonia”, “Santa María della Scala”.
Ahora, en los mejores casos, una grúa las está levantando para trasladarlas a otro lugar. Están anunciadas las obras de una nueva dársena o banquina para pescadores con mejores instalaciones y servicios. Lo sabemos: no hay historia sin transformación, pero no sería sorprendente que aquellos que se subieron a las lanchas amarillas para salir en busca de pescadilla -o incluso los menos que lo siguen haciendo-, hayan tenido y tengan estos días sueños un poco inquietos, o se hayan despertado en mitad de la noche con una sensación extraña en el estómago.
El sábado pasado la cocina del museo se volvió taller de hacer lanchitas. Pero no cualquier lanchita. Chicas y chicos pintaron y pegaron redes y salvavidas en lanchas en miniatura de pesca artesanal, cada una con los nombres de las que salieron o salen todavía a navegar por nuestra ría: “Res Non Verba”, “Margarita”, “Stella Maris”, “Eternity” o “Stella Polare”.
Entre mesas con tapitas con cola de pegar, mástiles y acrílicos rojo y amarillo, se movía una multitud. Ahí estaban el carpintero que preparó las maderitas, la docente que pintó y cortó cada mini salvavidas, la vecina cocinera de pescado con su nieta, el pescador joven con su familia y hasta Enrique Russo que llegó una hora antes para ayudar con los materiales, trayendo la lancha “Whitense” a escala, hecha por él, ¡para mostrarle a lxs chicxs!
Porque es imposible construir una lancha sin escuchar y contar historias de quienes navegaron y navegan en ellas. Por eso chicas y chicos no solo pintaron y ataron cabos; también levantaron la mano para preguntarle al pescador Emanuel Onorato sobre el hundimiento del “Carlo Buti” y escucharlo con máxima atención. Y como las historias de pesca son historias familiares que se cuentan y siguen contando, no fue raro que de pronto la pequeña Renata Marino dijera: “A mi tío abuelo también la lancha se le dio vuelta campana”.
Para estas vacaciones de invierno, el Museo del Puerto te invita a construir tu propia lanchita miniatura de pesca (con mini redes, mini mástiles y mini peces) con la ayuda de pescadores, hijas y nietas de pescadores, carpinteros de ribera y cocineras de pescado. Los materiales están incluidos y el taller es gratuito. Sólo hay que inscribirse llamando al 4573006 o enviando un mail difusionmuseodelpuerto@mail.com con tu teléfono para contactarnos. ¡No se lo pierdan!
Y sí, esos libros de la vieja Cooperativa de Pesca, de los que el pescador Enrique Russo nos había hablado, estaban en un galpón del muelle, apilados uno sobre otro bajo redes y salvavidas.
Hasta allí nos acompañó Claudio Onorato, quien los había resguardado y nos mostró, luego de abrir uno, que allí figuraba por ejemplo el nombre de la lancha de su padre y de su tío.
Pero si el nombre de una lancha es muchos nombres, y cada nombre muchas historias, entonces en esos más de treinta libros enormes que trajimos esa misma mañana al museo hay viajes y más viajes por el estuario, lunas llenas y nuevas, recuerdos de un tío o una tía, cajones y cajones de langostinos, rezos a San Silverio, atardeceres desde la cubierta…
¿Cómo no limpiarlos uno a uno con el máximo cuidado, más aún ahora que se han vuelto parte de la memoria pública?
Para preparar la lista de lanchas de pesca artesanal que amarraron desde los inicios de este puerto de Ingeniero White hasta hoy, consultamos a pescadores y sus familias, escuchamos las entrevistas de nuestro Archivo Oral y revisamos listados como el de la antigua Cámara del Pesca o el que confeccionó Juan Carlos Bebans con las lanchas pertenecientes a pescadores ponceses.
Pero no siempre se trata de ir a los archivos para hacer una búsqueda. A veces es el revés: una búsqueda permite encontrar un archivo. Porque fue eso justamente lo que sucedió cuando, al consultar al pescador Enrique Russo, nos enteramos de la existencia de numerosos volúmenes con mucha información de la vieja Cooperativa de Pesca, iniciada en 1943 por su abuelo Pascual Russo, Giuseppe Vitale y muchos otros, y que funcionó hasta la década del 90.
Preguntando más supimos que esos volúmenes estaban, efectivamente, en un galpón de Puerto Piojo ¿Quieren saber qué encontramos al ir hasta allí?
Ah, ¡a esperar al próximo posteo sobre el listado de las mil lanchas!
A veces en el museo insistimos con preguntas que no tienen respuesta final: ¿cuántas lanchas de pesca artesanal salieron del puerto de White hasta hoy? ¿Cuántas suman, contando canoas, lanchas grandes a vela o motor e inclusive los actuales trackers? Sabemos que hay más de 190… ¿Serán 200? ¿300?
Pero si agregamos las que no quedaron registradas en el recuerdo o en un papel porque fueron conocidas por el sobrenombre de su dueño… ¿serían 400? Y si sumamos las lanchas de la isla de Ponza, de donde vino a este puerto la práctica de la pesca artesanal, ¿no sumarían más de 1000?
En este mismo momento estamos escribiendo el listado de sus nombres, uno a uno. Lo hacemos a la espera de “La Nueva Lucía”, la lancha que se está preparando actualmente para ser emplazada en el frente del museo. Parece una sola lancha, pero es más de 1000.
(Foto: pescadores trabajando sobre la lancha Vola María, de Salvador Vitelli, 1974)
¿Cuál es el límite entre naturaleza e historia? ¿Podemos realmente poner un límite que separe el desarrollo de la vida social de su entorno? ¿Cómo llegamos a creer que es posible separar la vida humana de la vida en general?
Son preguntas que surgen prestando atención especial a las entrevistas del Archivo Oral del museo. Un día, por ejemplo, escuchamos al pescador artesanal Silverio Mazzella quien, al contar su experiencia de vida y de trabajo, decía esta frase: La luna y el mar son dos complementos. Cuando estábamos pescando en Riacho Azul y veíamos la luna creciente, apenas una pancita pasaba un poquito la mitad… nos poníamos contentos. Quería decir que pronto volvíamos a casa.
Nos llevó mucho tiempo entender lo que nos contaba Silverio con esa frase. Él nos hablaba de su ambiente desde la observación detallada de la luna desde el agua, como un astrónomo embarcado que la sigue en detalle. Lo hacía también pensando la relación entre los astros y las mareas en la variación de las corrientes. Pero además hablaba de la relación de esas mareas con los seres vivos que las habitan. Y a la vez daba cuenta de las técnicas de su trabajo como pescador artesanal (aprendido de sus antepasados ponceses que inmigraron desde Italia a principios del Siglo XX) que implica movimientos de las mareas para que se llene la red en el fondo. ¡Y toda esa serie de relaciones también tenía que ver con sus sentimientos! Porque cuando la luna crecía y disminuía la pesca llegaba el momento de volver a puerto… ¡donde esperaba su amor!
En este mismo momento, una lancha de pesca se está preparando para su futuro emplazamiento en el frente del museo. Esto es parte del proyecto que articulan el Municipio y el Consorcio de Gestión del Puerto para recuperar ese predio. Se trata de una embarcación amarilla que va a dar cuenta de su historia particular, ligada a la inmigración italiana y a las artes de la pesca, pero también a cada una de las embarcaciones que forman parte de la historia de este puerto, como lo hizo durante décadas la lancha Águila Blanca.
Es por eso que el carpintero de rivera Néstor Larracoechea (tal vez el último experto en su oficio en todo el sudoeste bonaerense) trabaja en la reparación de La Nueva Lucía, en Puerto Piojo. Se trata de dejarla, justamente, como nueva. Esa nave de 16 metros, fue construida en 1934 por el carpintero Rómulo Cerri en Ing. White, y perteneció a la familia Espósito primero y luego a la familia Caserma.
Enrique Russo, mecánico y pescador, también dedica horas de trabajo sobre esa cubierta. Él fue parte del grupo de la Sociedad de Fomento que en 2019 se acercó a la cocina del museo con la propuesta de emplazar La Nueva Lucía en nuestro patio. Como cuarta generación de pescadores, sabe muy bien lo que la recuperación de esta lancha significa: en ella están también la San José, la Whitense, la Virgen de Pompeya, la Nueva Argentina, la Princesa Yolanda, la Montefano, el Antonito, la Margarita Galante, la Envidia, la Luisito Tiraso, la Amapola, la Conte Biancamano, la Siempre Lucinda, la Res Non Verba, la Vola María, el Águila Blanca… las mil lanchas que no siempre se recuerdan, pero navegaron por la ría durante décadas. Las mil o millones de lanchas presentes en cada astilla pintada de amarillo que navega por la ría.