Desde hace más o menos dos meses, un grupo de trabajadores de la empresa Servimagnus Salvamentos y Montajes S.A., contratada por el Consorcio de Gestión del Puerto, se encuentra realizando las tareas de corte, extracción y traslado de dragas y gánguiles fondeados en los sitios 3 y 4 del puerto de Ingeniero White. Según la edición del 9 de mayo de La Nueva Provincia, estas embarcaciones vienen obstaculizando desde hace años el sitio mencionado y la navegación por el lugar, ya que se encuentran obsoletas y en desuso.
¿Desde cuándo están amarradas en ese lugar? ¿Por qué “se encuentran obsoletas y en desuso”? ¿A quién le pertenecen? ¿Quiénes trabajaron en ellas? Estas preguntas, que no suelen aparecer en los diarios, son las que se viene haciendo el Museo desde hace algunos años, cuando comenzó a indagar, a partir de relatos de trabajadores y funcionarios, la historia y el presente de la Dirección Nacional de Vías Navegables (ex Ministerio de Obras Públicas) en el puerto local.
Las embarcaciones amarradas formaron parte de la flota marítima de esa dependencia pública durante las décadas del ‘80 y ’90. Habían sido construidas en los astilleros nacionales Mestrina y se usaban para el dragado de mantenimiento de los puertos de White y Galván. En 1999, estando aún en funcionamiento, fueron retiradas de servicio. Para ese entonces, el dragado ya era efectuado por empresas multinacionales, porque, según se decía, el Estado era “un mal administrador” y por lo tanto había que transferir sus funciones al sector privado. Para sus trabajadores, las consecuencias fueron los despidos, los “retiros voluntarios” y la precarización laboral.
Por eso, en esas dragas y ganguiles se puede ver la materialidad concreta de las reformas neoliberales. Una materialidad en la que también está incluida la lengua: en ese momento, la “Dirección Nacional de Construcciones Portuarias y Vías Navegables” (CPNV) pasó a ser “Dirección Nacional de Vías Navegables”. La modificación habla, en definitiva, de los cambios en las funciones del Estado y de quiénes se benefician (y perjudican) con esos cambios.
De igual modo, las imágenes que acompañan las noticias suelen poner el foco en las enormes dimensiones de la grúa Magnus VI, sin notar que sobre la cubierta de esas embarcaciones semi hundidas se mueve cotidianamente un grupo de trabajadores identificados con cascos amarillos, blancos y azules, que son quienes la ponen a funcionar.