
Lazos sociales (entre lazos de amor)

Sin comida no hay historia: para que el puerto sostenga a diario el procesado y exportación de productos cerealeros es necesario que operarios de Cargill se acerquen a almorzar al comedor de Stella Maris o al kiosco en la entrada del puerto y recuperen energías después de horas de trabajo. Alguien tiene que dedicarse a preparar esa comida, y según la cocinera whitense “Chacha” Marino sin repasador no se puede cocinar. O sea, sin repasador no hay historia.
Este año la Cocina del Museo se pregunta por ese objeto fundamental en la mesada ¿cuáles son los usos de un repasador? ¿cómo fue cambiando con el tiempo? ¿es posible ver en su trama las transformaciones del puerto? ¿y la industria petroquímica? ¿y los cambios de una generación de cocineras a otra? ¿qué piensan de esta herramienta las cocineras de White, Saladero, Boulevar, Cerri y diferentes barrios de Bahía Blanca?
Este domingo las vecinas de las Asociación Amigos del Museo muestran sus repasadores en la mesa, además de tortas que hicieron en su casa, mientras los usaban.
Es probable que este girasol haya sido cultivado, por ejemplo, en octubre mediante siembra directa en algún campo de la zona, cosechado hace algunos días por un equipo de máquinas del noroeste argentino, transportado en camiones hacia el puerto de Ing. White y por acción del viento finalizado su recorrido en esta maceta, en vez de ser parte de las 30000 Tn que guarda la cerealera Cargill en su celda de almacenaje sobre el muelle, y cerrar de ese modo el circuito productivo de las materias primas del país, cada vez más necesario de pensar y de agregarle valor.
2 kilos de harina, 1 kilo de leche en polvo, 2 kilos de arroz, 3 kilos de fideos, 2 litros de aceite, 1 ½ kilo de “corned beef”, un paquete de lentejas y un paquete de porotos era el contenido de las cajas que, a través de hospitales, escuelas, ollas populares o comedores comunitarios, el gobierno de Alfonsín distribuyó a las familias con ingresos inferiores a la línea de pobreza.
Las razones de la implementación del Programa Alimentario Nacional (P.A.N.) en 1984 hay que buscarlas, por ejemplo, en los efectos de la apertura económica sobre la industria nacional y los índices de empleo durante la gestión Martínez de Hoz.
Pero en la situación del Estado comprando alimentos no perecederos estaba presente la Junta Nacional de Granos, un organismo público que durante más de sesenta años compró y vendió la cosecha de trigo y subsidió el precio del pan. La Junta fue una de las instituciones del llamado Estado de Bienestar argentino, y en la caja P.A.N., cuya distribución finalizó en 1989, habrá que distinguir también la transición hacia un Estado que separó el crecimiento económico del bienestar social.