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El límite como posibilidad
Acaba de terminar un nuevo taller del proyecto “Manzana y Estado”, a través del cual el Museo y el Colegio Mosconi vienen indagando la compleja relación entre el puerto, el Estado y la industria en White. Esta vez, la propuesta consistió en interrogar la presencia (o ausencia) de límites entre el barrio 26 de Septiembre y el polo petroquímico más grande de la Argentina. La pregunta suponía, por supuesto, abordar el concepto mismo de límite. Un límite es una posibilidad, dijo Gabriela, una de las docentes. En el aire no hay límite. Si estás en el barrio y cruzás la calle, el aire sigue siendo el mismo, explicó Anabela, señalando una forma concreta en la cual se observa esta cuestión. Hay límite porque es privado, indicó Facundo y Candela aclaró, rápidamente: Con el aire hay límite, pero con la plata no. Para los chicos que viven en White, la existencia de un límite es una cuestión compleja: es algo que se vive, se experimenta, y sobre lo cual se toma posición. Un límite, entonces, es una cuestión histórica. Allí, en su posibilidad, se pueden detectar las transformaciones en el vínculo entre el Estado y la industria.
Pero esta interrogación fue solo el inicio, porque después de las especulaciones había que pasar al armado de un itinerario particular que permitiera dar respuesta a la pregunta inicial. Mientras los chicos hacían las propuestas, Bianca trazó sobre un plano de la Dirección de Catastro el recorrido que el viernes que viene, en el cierre del proyecto anual, convertirán en una práctica concreta sobre el espacio. Lo que hoy se pensó y se discutió, el 9 de noviembre se va a caminar.
S.M.
Ayer, en la Cocina del Museo, se llevó a cabo el tercer taller del ciclo “Manzana y Estado”, que desde marzo de este año viene indagando la compleja relación entre el Estado, el puerto y la industria en las últimas décadas. ¿Con quiénes? Con un grupo de estudiantes y docentes del Colegio Mosconi, que este año cumple exactamente el doble de años que el Museo: 50. ¿Qué tema se abordó esta vez? La historia del Polo Petroquímico, y en particular su creación como proyecto estatal destinado al desarrollo de la industria pesada, allá por la década de 1970. ¿Quiénes participaron? Adrián “Pigüi” Álvarez, vecino de White y operario de la planta de cloro –que forma parte de la cadena productiva de PVC- desde 1992 y Carlos Ricke, quien ingresó a la planta de CVM –el producto intermedio para la fabricación de ese plástico- en 1985. Tanto “Pigüi” como Carlos ingresaron en empresas cuyos nombres llevaban la sigla S.M. (Sociedad Mixta). Esas dos letras, escritas en la mesa-pizarrón como parte de un esquema que representaba la primera conformación del Polo, fue un buen punto de partida para empezar a reconocer que ese complejo industrial no estuvo siempre, que no forma parte de ningún paisaje pretendidamente “natural”, sino que es el producto deliberado de decisiones políticas y, claro, también de inversiones multimillonarias.
¿Qué produce el Polo? ¿Quiénes trabajan en él? Estas fueron las cuestiones principales que se plantearon los chicos del Mosconi, super-atentos a los relatos de los talleristas. Esas preguntas, que parecen inscribirse en un presente aparentemente atemporal, están cargadas de historia: Cuando empecé a trabajar en el Polo, parecía la NASA, contó Carlos, para indicar la percepción de muchos estudiantes de escuelas técnicas que, como él, veían en la industria petroquímica una fuente de trabajo apropiada para su formación. Claro: por ese entonces se leía, se escuchaba, que la ciudad, que había crecido gracias a la exportación de materias primas, finalmente había alcanzado “la era industrial”. Sin embargo, la mirada de los vecinos de White era diferente, según “Pigüi”: Para mí y para muchos de acá el Polo no tenía nada de especial. En esa época había trabajo en la Junta, en el Ferrocarril… Así como las experiencias de trabajo y de vida son distintas, también las miradas sobre la industria cambian. ¿Por qué el Polo se asociaba con el trabajo, el desarrollo y el bienestar? ¿Qué políticas concretas hacían posible esa mirada? ¿Habrán tenido algo que ver las privatizaciones en el cambio de esa percepción? Estas son algunas de las preguntas que se viene haciendo el Museo. Pero las preguntas valen cuando se hacen entre muchos: trabajadores, vecinos, estudiantes, docentes que siguen viniendo al Museo a pensar y a discutir la historia y el presente.
YPF fue el único laburo en el que me quería quedar,
contaba Miguel Ángel “Tula” Melcon en la Cocina del museo, preparándose para el taller de mañana con los chicos del Mosconi. “Tula” trabajó como chofer de colectivos en la empresa González, compró un camión y hasta trabajó en La Nueva Provincia, como chofer de la dueña del diario. Sin embargo, el trabajo con el cual se siente más identificado es, precisamente, el de YPF: Yo entré a YPF por mi viejo, que laburó toda la vida ahí. El primer televisor de White fue el nuestro, lo trajimos de Buenos Aires, era buenísimo. Como antes un maquinista era un “buen partido”, bueno, un laburante de YPF también.
En la vida de Miguel, como en la de tantos miles, YPF no es solamente un trabajo; es también un modo de disfrutar del tiempo libre con la familia; en definitiva, un modo de vida. Por eso la privatización de la empresa en 1998 no fue solamente un movimiento accionario: Mi viejo se volvió loco con la privatización. Decía: no pueden hacer eso, ¡es el combustible del país!
Ahora, catorce años después, cuando el Estado retoma el control de la principal empresa petrolera argentina, “Tula” ejercita la memoria para contarle a los chicos del Mosconi lo qué significa para él y para su familia ypefiana.
YPF en la Cocina
Calentando los motores! (a nafta)
En la biblioteca del “Colegio Mosconi” -una de las escuelas secundarias de Ing White- y junto a una foto del ex director de YPF, más de cincuenta chicos y docentes se reunieron para empezar a pensar y discutir la historia y el presente la principal petrolera argentina. Esta actividad forma parte del proyecto Manufacturas whitenses para la industria, mediante el cual el museo viene indagando las percepciones de la industria a lo largo del tiempo. El próximo 27 de junio, la indagación seguirá en la Cocina del Museo, con la presencia de ex trabajadores de YPF. ¿Cómo era trabajar en una empresa del Estado? ¿Por qué se habla de YPF como la “gallina de los huevos de oro”? ¿Porqué se privatizó en los ´90? Estas serán algunas de las preguntas que guiarán un debate bien actual, que ya tiene su historia.
Estas fotos fueron tomadas por Fiorella Álvarez Vlemichx, alumna del colegio. (¡Gracias!)
En la Cocina se habla del dragado
YPF
En cada ciudad hay una planta de bombeo. De Puerto Rosales para acá es de Oldevar. Lo vendieron. Ahí fue cuando me infarté. Porque yo vi a los norteamericanos midiendo los caños. En el mundo ¿quién vende el petróleo si no es el Estado? Yo no lo creía. Y me agarró un infarto. Queríamos cortar el caño, varios de White y de Puerto Rosales para que no lo vendieran, pero no tuvimos suerte. Se me tapó una arteria. Fue en el año ’91.
Esto contaba Mario Sartor (Ing. White, 1940), ex trabajador de YPF, en el ciclo de talleres con escuelas durante el año 2008. La dinámica de la historia se inscribe en el cuerpo. ¿Cómo latirá hoy el corazón de Sartor? ¿Cómo bombeará cuando YPF se pone al servicio de otro modelo de país, diferente a aquel privatista de las políticas neoliberales, diferente también del Estado de Bienestar de los ’50?
Asumir la complejidad de este momento con alegría y generar las herramientas adecuadas para hacerlo también es parte de la historia que viene.
Materiales para pasado mañana
Esta semana arranca el proyecto anual del museo que a fines del año pasado fue nombrado Punto de Cultura de la Secretaría de Cultura de la Nación.
Durante todo el año se indagará la relación entre la industria y el pueblo de White: ¿cómo se vive con el polo industrial? ¿cómo es la historia de las percepciones de la industria? ¿se ve igual la industria antes y después de los ’90? ¿qué discursos sobre la industria circulan: ambientales, empresariales, catastrofistas? ¿cómo impacta la industria en el día a día (como por ejemplo cuando se cocina una pastafrola)? ¿cuál es y cuál fue el rol del Estado en esa relación? ¿cómo se puede debatir e imaginar (para pasado mañana, por ejemplo) el futuro con la industria?.
Preguntas para pensar y debatir con vecinos, trabajadores, docentes, alumnos, cocineras, empresarios.
El Área Educativa va a coordinar el programa Manzana y Estado. A través de talleres y caminatas por el espacio portuario se indagarán la producción petroquímica, la exportación de fruta y las tareas del ex Ministerio de Obras Públicas, para pensar el rol del Estado en la formulación de un proyecto industrial nacional.
Con el proyecto La cocina llena de enchufes, la Cocina del Museo va a abordar la relación entre la industria y la vida cotidiana preguntando a cocineras y vecinos sobre los cambios en el trabajo en casa a partir de las variaciones en la industria de los electrodomésticos. Para ver en una mesa los desplazamientos desde una batidora hacia la política energética, el consumo interno, la industria nacional y la importación.
El Área Archivos continuará con El 66 documentos de huelga y Ministerianos. El primero, sobre la huelga portuaria de 1966 frente a los cambios impuestos por el gobierno de facto de Onganía que reconfiguraron el trabajo portuario sentando las bases para las políticas neoliberales. El segundo tiene que ver con la recuperación y puesta en circulación del archivo fotografico del ex MOP. Operarios y jubilados van a trabajar junto al museo en la datación del archivo, para preguntarse por el rol del Estado en la producción portuaria hoy.
En el preciso momento en que la industria es un gran tema de debate a nivel nacional el museo propone construir con la comunidad herramientas para pensar e intervenir en el presente.
¡Atentos! Estaremos informando de cada actividad acá y en Facebook.