Epopeya!

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Como parte de los “Encuentros de escritura macarrónica” que se llevan adelante en la cocina del museo desde 2017, el sábado presentamos la publicación “Epopeya de las comidas de White”, versión 2019. Se trata de un largo poema por siempre en construcción, que integra muchas voces. Cocineras, cocineros, reposteras, inmigrantes, pescadores, amas de casa, portuarios, integrantes de agrupaciones vecinales, adolescentes, niñas y niños de Ing. White que participaron de los talleres de escritura, cuentan sobre su propia experiencia de cocina y sobre las comidas que forman parte de su historia.

IMG_2677Participaron de la presentación del librito muchas de las personas que lo escribieron: chicas y chicos del Taller Prende, que también hicieron los dibujos y señaladores que forman parte de la publicación, las vecinas y vecinos integrantes del grupo de Nutrición del Centro de Salud Leonor N. Cappelli y más participantes de los talleres desde 2017.

IMG_2674aNos visitó para la ocasión Fernanda Laguna, que compartió con el grupo la experiencia que están llevando adelante en la escuelita de arte de Villa Fiorito, donde inventan muchas cosas ¡hasta un comedor Gourmet! Y ahí mismo surgieron ideas para seguir intercambiando entre White y Fiorito, como cartas con recetas que hacen allá para cocinar acá.

Después escuchamos fragmentos de la Epopeya leída por sus protagonistas y terminamos pegando adhesivos con comidas dibujadas para terminar en equipo la Epopeya. Y como la comida de verdad no podía faltar,  compartimos un riquísimo desayuno saludable, preparado por las familias de Prende y la Asociación Amigas del Museo.

A partir de hoy se puede conseguir la Epopeya en la cocina del museo, un canto múltiple que se va a seguir extendiendo y que cada día renueva esa pregunta a la que ninguna esfinge nunca se animó: ¿qué comemos hoy?

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Mini macarrónica

 

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Para abordar historia de las comidas del puerto es necesario preguntar (oler, probar) cuáles son las que se comen hoy en Ing. White. Por eso el sábado pasado recibimos a chicas y chicos que participan del Taller Prende, de Ferrowhite museo taller, para consultarles qué comidas forman parte de su experiencia cotidiana. Junto a sus familias y parte del equipo del museo vecino cruzaron el puente La Niña, una vez en la cocina participaron de un taller de escritura/dibujo a partir de las preguntas ¿Qué comieron ayer? ¿Quién preparó esa comida? ¿qué otras comidas forman parte de su historia? ¿qué recuerdos y sensaciones trae cada receta?

IMG_0936No faltó el elogio a la milanesa, las quejas a la polenta, la mención de recetas alemanas o italianas de abuelas del Boulevard, el menú que preparan en casa los pescadores o peladoras de langostinos. No faltaron las ganas de comer algo después de tanto escribir, hablar y dibujar. Así que el encuentro terminó con un rico chocolate y torta preparada por las integrantes de la Asociación Amigas especialmente para chicas y chicos de Prende. ¡Ojalá vuelvan pronto!

 

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2do Encuentro Latinoamericano de Escritura Macarrónica

El sábado pasado, en la cocina del museo, una mesa larga reunió a cocineras, cocineros, oradores, vecinas y vecinos de White, poetas, cantantes, editoras y editores del 8vo Festival de Poesía Latinoamericana de Bahía Blanca. El segundo de este tipo de encuentros en el que comparten una gran comida “a la canasta”, pero también (y al mismo tiempo) lecturas en voz alta de textos relacionados con esa comida múltiple. Todo, todo mezclado –con la infaltable bebida-, para terminar cantando.

Las semanas previas se habían repetido los “Encuentros de escritura macarrónica” iniciados en 2017, un taller dirigido a vecinas y vecinos de White en el que se alternan charlas sobre el precio del aceite o los saberes de una abuela italiana, con la lectura de poemas y ejercicios de escritura. Siempre con la propuesta de pensar la historia personal en relación a la historia colectiva, como la receta de bombitas de paté inventada por la vecina Stella Maris Correngia en época de veda de carne. Las variantes de la vida cotidiana se tensan con la historia a escala nacional y mundial, con las que cada experiencia y recuerdo se trama.

Así fue que surgieron historias de comidas colosales, listados sobre la dieta de operarios del puerto, argumentos sobre porqué desaparecieron los mejillones en los pilotes del muelle después del `70, un listado de pensamientos que surgen en el mismo momento de lavar los platos (como por ejemplo: ¿por qué tengo que lavar los platos yo?)

El almuerzo del sábado arrancó con lecturas de estos materiales alternados con poemas que cada invitadx del festival había traído para la ocasión. Además, estaban las mismísimas empanadas de pescado sobre las que Elcira Pecorario había escrito, las masitas griegas de Nora Oliveto, las empanaditas de cayote de José “Pepe” Malvar, la pascualina de María Elena Peysé, los chipá que Antonina Aponte cocinó recordando la receta de su mamá formoseña, la pella gigante que resumía la historia de trabajo de Stella Maris Gimenez y tantos platos y lecturas más.

También se escucharon poemas sobre la feijoda de Brasil, la cocina de una abuela puertoriqueña, los budines horneados en un barrio de Bahía Blanca y, en un momento, la voz suave y firme de Elvira Hernández subió entre las mesas, con este poema de Violeta Parra, justo antes de que llegue el postre:

Un museo donde se lee poesía con la boca llena

El sábado pasado en la Cocina del museo se desarrolló el Primer Encuentro de Lectura Macarrónica. Queríamos compartir con los poetas invitados al 7mo Festival de Poesía Latinoamericana de Bahía Blanca textos producidos en los encuentros de escritura que venimos realizando desde hace unos meses con cocineras, cocineros y otros integrantes de la comunidad de Ing. White.

La consigna era que todos acercaran al museo textos macarrónicos sobre el comer y el cocinar y también comidas bien concretas. Porque se trataba de un mediodía dedicado a leer y almorzar a la vez: en este museo no está mal visto leer con la boca llena.

“Katty” Aponte, vecina del barrio Saladero, trajo una fuente llena de sopa paraguaya que había cocinado, ¡por primera vez en su vida!, recordando la receta de su mamá formoseña; Ida Muhamed trajo kepi; Graciela Disciocia, cocinera de “Las cantinitas”, pizza de anchoas; Francisco Cabeza pollo arrollado; Nora Betencurt tortilla de acelga; José Mario Malvar empanaditas dulces y Delia Schenfeld terkreppel… Por si fuera poco, Stella Maris Giménez, del restaurant Stella Maris, ¡se apareció con una paella gigante! Sí, fue una gran comilona.

 

Stella Genitti y José María Malvar arrancaron la lectura con el recitado a dos voces de Epopeya (en construcción) de comidas de White, escrita de manera colectiva junto a otros vecinos y vecinas durante el taller. Luego siguieron leyendo whitenses y poetas textos sobre herramientas de cocina, perfume de tucos, la época de veda de carne, recetas de amor, tortas-tortas, naranjas cortadas…

La poesía llevó a la música: “Pochi” Genovali tomó el micrófono para cantar unos tangos portuarios, Stella Maris Correngia le siguió con sus temas románticos y así se fueron cantando entre todos boleros, valses y más tangos. Pasaron las horas sin darnos cuenta y muchas cosas más, algo imposibles de resumir, intensidades varias como ese instante en que Francisco Cabeza,  cocinero y cantor de las cantinas, y Rosario Bléfari, poeta, cantante y actriz, entonaron juntos una canción que no se escuchaba a viva voz y en ocasión de una comida tal vez hace años y kilómetros a la redonda.

 

Macarrónica

Siguen los “Encuentros de escritura macarrónica” que convocan a cocineras, cocineros,  comensales y memoriosos a escribir sobre cubiertos, ollas, saberes y procesos de cocción, platos inolvidables y cocineras que forman parte de la memoria de la comunidad. Los cuadernos macarrónicos van y vienen de las mesas del  museo a las de cada casa, se va sumando el propio relato de una historia de vida escrito con lapicera, listados de colecciones o secretos que no están en una receta convencional.

Encontrarse a escribir en grupo es primero encontrarse a charlar, hacer visibles algunas experiencias en diálogo con otros. Y, de a poco, pensar juntos cómo es posible comunicarlas desde la escritura.

Hace unos días la propuesta fue escribir sobre herramientas de cocina, así que cada participante trajo un objeto fundamental de su mesada. Fundamental por lo útil, por lo querido, por la posibilidad de narrar historias que traía. Repasador, tabla de picar, plato y tapa-botellas circularon de mano y mano.

Al mismo tiempo hablamos de cómo la instancia de la experiencia personal se articulaba con la historia colectiva en ese objeto: aparecían la inmigración de principios de siglo XX, la inmigración interna de las últimas décadas, las transformaciones en el puerto, los cambios económicos resonando en la cocina. O de cómo, por ejemplo, están relacionado los saberes que implica preparar un dulce con dinámicas sociales que podemos historizar.

Pero además tratamos de inventar un poco. Imaginar qué miradas e historias oiríamos si hablara, por ejemplo, un palo de amasar. Qué percepciones nuevas nos despiertan esas herramientas de cocina, qué maneras de contar inventaríamos para hacer hablar al platito de loza que se usó en los inicios de la cantina de Stella Maris en el puerto.

Entre otros textos estamos preparando una “Epopeya (en construcción) de las comidas de White”, escrito colectivamente, cuya primera versión se dará a conocer el próximo domingo en el marco del Festival de Poesía Latinoamericana de Bahía Blanca. Además, otros pequeños textos como los siguientes, que también tenemos ganas de que empiecen a circular:

En mi cocina hay una tabla
y me dice: hace 61 años que llegué
a tu cocina. Tu hermano Esteban me hizo
en la carpintería de la Junta de Granos,
junto al palo de amasar.
Desde entonces no me has dejado
descansar, siempre en la mesada
preparada para que vos me golpees,
cortar las carnes, picar las verduras
preparar las milanesas. El palo de
amasar descansa porque te compraste
la pasta linda, pero yo sigo y vos
disfrutás preparando tus comidas.
Pero, sabés, yo soy feliz. Porque después
de tanto sigo siendo tu compañera
en la cocina. Hoy Ramiro trajo
una tabla de Ferro Expreso más moderna
pero yo soy tu preferida.

Ida Muhamed

Semillas tostadas

Tanto de zapallo como de girasol
las poníamos sobre la plancha
de la cocina y tenía un gusto
distinto. Tanto las de zapallo,
como las de girasol eran caseras
de nuestra propia quinta.

José Mario Malvar


 

Lo que no está en la receta del puré con huevos

Recuerdo que era el tiempo de la veda de carne.
Y a mi algún día se me ocurrió esta receta.
Todavía me parece escuchar a mis hijos
cuando me pedían que se la hiciera:
Má, dale, hacenos de vuelta esa comida.

Stella Maris Correngia

Encuentros de Escritura Macarrónica (con mucho tuco)

Estos días la cocina del museo está movida: además de los domingos con músicos, reposteras y colectividades, cada viernes se reúnen en sus mesas cocineras, cocineros, vecinos, poetas, oradores y memoriosos.

Es para escribir entre cucharones y ollas… ¿sobre qué? ¡Sobre esos mismos cucharones y ollas! Porque ya es hora de cantar a las cazuelas, macarrones y buñuelos que prepararon, a las infinitas comidas de casa que las mujeres pensaron y cocinaron silenciadamente durante años, a las comidas públicas, cocinadas en equipo, a la memoria interminable de olores que sintieron caminando por Ing. White, a las comidas imaginarias que los hicieron soñar, a cocineras y cocineros de la memoria, sus secretos y saberes particulares.

Los reúne también la propuesta de compartir ejercicios de escritura, pequeños desafíos sobre su propio “cuaderno de escritura macarrónica” que hagan acercarse de otro modo a lo cotidiano, poniendo a circular -esta vez con palabras- los pasos previos de cada fuente presentada, el gustito  de una vianda o la acción de lavar los platos.

En el último encuentro no faltó el objeto material de esta indagación, uno de los cocineros invitados -Francisco “Nene” Cabeza- llegó con platos humeantes llenos de  filetes al ajillo y tortafritas. Escribir sobre comidas esta vez se hizo comiendo, anotando también la receta de esos platos que  contados  en voz alta por su cocinero.

Participaron cocineras “de toda la vida”, que a la par colaboran con comisiones de instituciones intermedias (La Siempre Verde, Scouts E. Pilling, Asoc. Amigos del Castillo, Asoc. Amigas Museo del Puerto, Bomberos, sociedades de fomento, cooperadoras de escuelas, etc.), también cocineras de cantinas y restaurants, expertas en preparar viandas para vender a camioneros y portuarios. Cruzaron historias de inmigración, de familia,  de festejo y de trabajo. Hicieron entre todos un listado de comidas para la historia de White, una epopeya de voces múltiples que muy pronto podrán leer.

Hoy nos juntamos otra vez, no se lo pierdan, lo que sale de esas  mesas siempre sorprende. Y a quien dude en venir -más por su relación con las letras que con las pastas- sepa que nos acompaña esta frase: Si aprendiste a cocinar, ¿cómo no vas a aprender a escribir?