¿Queres ver que pasó en el último Taller de hacer lanchitas?

¿Queres ver que pasó en el último Taller de hacer lanchitas? En este video hay un poco de tooodo lo que formó parte de esa tarde: chicas, chicos, familias, tijeritas, cajones de pesca, integrantes del equipo, mini salvavidas y mini cabos de amarre preparados por Albana Álvarez. También el carpintero Matías Mancisidor, la diseñadora Johana Deak y la cocinera de pescado Graciela Ruiz acompañando la actividad en cada mesa, los pescadores Herminio Onorato y Enrique Russo hablando sobre sus experiencias de vida y hasta la vecina Nunzia Mazzella contando sobre técnicas de pesca que trajeron quienes, como ella, nacieron en la Isla de Ponza.

A veces las lanchas salen a navegar y se detienen a tirar redes sobre el mismo cardumen, así quedan pescando muy cerca unas de otras, formando una flota. Por eso, en este taller cada lanchita que se fue a casa ese día no está sola. Porque cada ola es, con otras olas, el mar.

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Puerto Piojo

En este momento se está desarmando el Puerto Piojo tal como lo conocíamos, ese sitio que, desde fines de los ’60, se les asignó a los pescadores artesanales para anclar sus lanchas y bajar cajones de camarones y langostinos, y que ellos usaron también para arreglarlas, calafatearlas, pintarlas, tejer redes y reunirse. Cualquiera que haya recorrido el puerto de Ingeniero White en las últimas décadas habrá visto numerosas canoas y lanchas detrás de un alambrado, sostenidas por palos para que no se volteen; quizá hasta recuerde alguno de sus nombres: “San José II”, “Cristina Antonia”, “Santa María della Scala”.

Ahora, en los mejores casos, una grúa las está levantando para trasladarlas a otro lugar. Están anunciadas las obras de una nueva dársena o banquina para pescadores con mejores instalaciones y servicios. Lo sabemos: no hay historia sin transformación, pero no sería sorprendente que aquellos que se subieron a las lanchas amarillas para salir en busca de pescadilla -o incluso los menos que lo siguen haciendo-, hayan tenido y tengan estos días sueños un poco inquietos, o se hayan despertado en mitad de la noche con una sensación extraña en el estómago.

Taller de hacer lanchitas

El sábado pasado la cocina del museo se volvió taller de hacer lanchitas. Pero no cualquier lanchita. Chicas y chicos pintaron y pegaron redes y salvavidas en lanchas en miniatura de pesca artesanal, cada una con los nombres de las que salieron o salen todavía a navegar por nuestra ría: “Res Non Verba”, “Margarita”, “Stella Maris”, “Eternity” o “Stella Polare”.

Entre mesas con tapitas con cola de pegar, mástiles y acrílicos rojo y amarillo, se movía una multitud. Ahí estaban el carpintero que preparó las maderitas, la docente que pintó y cortó cada mini salvavidas, la vecina cocinera de pescado con su nieta, el pescador joven con su familia y hasta Enrique Russo que llegó una hora antes para ayudar con los materiales, trayendo la lancha “Whitense” a escala, hecha por él, ¡para mostrarle a lxs chicxs!

Porque es imposible construir una lancha sin escuchar y contar historias de quienes navegaron y navegan en ellas. Por eso chicas y chicos no solo pintaron y ataron cabos; también levantaron la mano para preguntarle al pescador Emanuel Onorato sobre el hundimiento del “Carlo Buti” y escucharlo con máxima atención. Y como las historias de pesca son historias familiares que se cuentan y siguen contando, no fue raro que de pronto la pequeña Renata Marino dijera: “A mi tío abuelo también la lancha se le dio vuelta campana”.

TALLER DE HACER LANCHITAS

Para estas vacaciones de invierno, el Museo del Puerto te invita a construir tu propia lanchita miniatura de pesca (con mini redes, mini mástiles y mini peces) con la ayuda de pescadores, hijas y nietas de pescadores, carpinteros de ribera y cocineras de pescado. Los materiales están incluidos y el taller es gratuito. Sólo hay que inscribirse llamando al 4573006 o enviando un mail difusionmuseodelpuerto@mail.com con tu teléfono para contactarnos. ¡No se lo pierdan!

El Sacrificio, Estrella Polar, Eterno, Eva Perón, Giardini, Hasta Luego…

Y sí, esos libros de la vieja Cooperativa de Pesca, de los que el pescador Enrique Russo nos había hablado, estaban en un galpón del muelle, apilados uno sobre otro bajo redes y salvavidas.

Hasta allí nos acompañó Claudio Onorato, quien los había resguardado y nos mostró, luego de abrir uno, que allí figuraba por ejemplo el nombre de la lancha de su padre y de su tío.

Pero si el nombre de una lancha es muchos nombres, y cada nombre muchas historias, entonces en esos más de treinta libros enormes que trajimos esa misma mañana al museo hay viajes y más viajes por el estuario, lunas llenas y nuevas, recuerdos de un tío o una tía, cajones y cajones de langostinos, rezos a San Silverio, atardeceres desde la cubierta…

¿Cómo no limpiarlos uno a uno con el máximo cuidado, más aún ahora que se han vuelto parte de la memoria pública?

La Nueva Lucía, Lucero Del Alba, Lucinda, Lucrecia, Luisito Tirazzo, Luly…

Para preparar la lista de lanchas de pesca artesanal que amarraron desde los inicios de este puerto de Ingeniero White hasta hoy, consultamos a pescadores y sus familias, escuchamos las entrevistas de nuestro Archivo Oral y revisamos listados como el de la antigua Cámara del Pesca o el que confeccionó Juan Carlos Bebans con las lanchas pertenecientes a pescadores ponceses.

Pero no siempre se trata de ir a los archivos para hacer una búsqueda. A veces es el revés: una búsqueda permite encontrar un archivo. Porque fue eso justamente lo que sucedió cuando, al consultar al pescador Enrique Russo, nos enteramos de la existencia de numerosos volúmenes con mucha información de la vieja Cooperativa de Pesca, iniciada en 1943 por su abuelo Pascual Russo, Giuseppe Vitale y muchos otros, y que funcionó hasta la década del 90.

Preguntando más supimos que esos volúmenes estaban, efectivamente, en un galpón de Puerto Piojo ¿Quieren saber qué encontramos al ir hasta allí?

Ah, ¡a esperar al próximo posteo sobre el listado de las mil lanchas!

Águila Blanca, Amada, Amapola, Ancona, Argentina, Antonito Sexto, Avanti Salvador…

A veces en el museo insistimos con preguntas que no tienen respuesta final: ¿cuántas lanchas de pesca artesanal salieron del puerto de White hasta hoy? ¿Cuántas suman, contando canoas, lanchas grandes a vela o motor e inclusive los actuales trackers? Sabemos que hay más de 190… ¿Serán 200? ¿300?

Pero si agregamos las que no quedaron registradas en el recuerdo o en un papel porque fueron conocidas por el sobrenombre de su dueño… ¿serían 400? Y si sumamos las lanchas de la isla de Ponza, de donde vino a este puerto la práctica de la pesca artesanal, ¿no sumarían más de 1000?

En este mismo momento estamos escribiendo el listado de sus nombres, uno a uno. Lo hacemos a la espera de “La Nueva Lucía”, la lancha que se está preparando actualmente para ser emplazada en el frente del museo. Parece una sola lancha, pero es más de 1000.

(Foto: pescadores trabajando sobre la lancha Vola María, de Salvador Vitelli, 1974)

Cómo mira la luna Riacho Azul

¿Cuál es el límite entre naturaleza e historia? ¿Podemos realmente poner un límite que separe el desarrollo de la vida social de su entorno? ¿Cómo llegamos a creer que es posible separar la vida humana de la vida en general?

Son preguntas que surgen prestando atención especial a las entrevistas del Archivo Oral del museo. Un día, por ejemplo, escuchamos al pescador artesanal Silverio Mazzella quien, al contar su experiencia de vida y de trabajo, decía esta frase: La luna y el mar son dos complementos. Cuando estábamos pescando en Riacho Azul y veíamos la luna creciente, apenas una pancita pasaba un poquito la mitad… nos poníamos contentos. Quería decir que pronto volvíamos a casa.

Nos llevó mucho tiempo entender lo que nos contaba Silverio con esa frase.  Él nos hablaba de su ambiente desde la observación detallada de la luna desde el agua, como un astrónomo embarcado que la sigue en detalle. Lo hacía también pensando la relación entre los astros y las mareas en la variación de las corrientes. Pero además hablaba de la relación de esas mareas con los seres vivos que las habitan. Y a la vez daba cuenta de las técnicas de su trabajo como pescador artesanal (aprendido de sus antepasados ponceses que inmigraron desde Italia a principios del Siglo XX) que implica movimientos de las mareas para que se llene la red en el fondo. ¡Y toda esa serie de relaciones también tenía que ver con sus sentimientos! Porque cuando la luna crecía y disminuía la pesca llegaba el momento de volver a puerto… ¡donde esperaba su amor! 

Los Argonautas

Meses atrás, el pescador Herminio Onorato encontró una pequeña embarcación a escala que hace años daba vueltas por su casa. De sólo 38 centímetros de longitud, dos mástiles caídos y mucho polvo acumulado, ni siquiera recordaba de dónde había salido: “En una de esas la hice yo, pero no me acuerdo”.

Estaba a punto de tirarla, pero decidió probar en su Pelopincho si flotaba: como soportó el embate de las olas a esa escala, la trajo al museo. Tal vez ahí podría servir, ¿por qué no? Días atrás había visto cómo en esta cocina tomaban forma los fragmentos de madera de la lancha Águila Blanca y se convertían en pequeñas lanchitas amarillas como modo de seguir navegando en la memoria.

El barco miniatura de Herminio pasó a manos de otro vecino, Claudio, ex marinero que en su tiempo libre hace esculturas, pinturas y collages de temas marítimos, a sólo dos cuadras del museo. Lo invitamos a recuperar la embarcación, pero sobre todo a modificarla, dándole su propio toque.

¿No iba acaso el barco de Teseo, también, reemplazando cada una de sus tablas para seguir navegando? ¿No despertaba la pregunta de si seguía siendo el barco de Teseo o era ya otra cosa? Si querés saber qué pasó con este Argo whitense, no te pierdas el próximo posteo.

Teseo y el Águila Blanca

Sí, a veces en Ing. White se actualiza la paradoja de Teseo. Esta antigua leyenda griega contaba que el Argo, barco en el que viajaban los Argonautas, siguió navegando durante años porque cada tabla que se deterioraba era cambiada por otra nueva, hasta que, con el paso del tiempo, todas ellas habían sido reemplazadas. Entonces, ¿seguía siendo el mismo barco? La pregunta se amplía: si las tablas viejas se guardaban para luego construir otro barco, ¿cuál de ellos sería el barco original de Teseo?

Durante el trabajo de resguardo de maderas de la lancha “Águila Blanca”, que estuvo emplazada frente al museo desde 1987 y fue desmontada en 2021, surgieron esas y otras preguntas: ¿Es posible que la experiencia que contiene pueda seguir navegando? Si durante décadas, quien la veía pensaba también en la historia de cada una de las lanchas pesqueras que habían atravesado la ría… ¿Estamos frente a los restos de una lancha o son restos de miles?

Para seguir con una acción concreta, llevamos las tablas del Águila Blanca a la carpintería de la Escuela Municipal de Capacitación Laboral de San Roque. Ahí, el maestro Ricardo Masson cortó cada una en pequeños tacos de madera y, en un instante, se multiplicaron para construir futuras lanchitas.

Estos fragmentos viajaron después a una carpintería de calle Aventente, en Ing. White, donde Matías Mancisidor las torneó en detalle para darles la curvatura justa. Mientras lijaba esas maderas, decía: “¡Si habré jugado sobre la cubierta de esta lancha de chico! Y ahora me toca trabajarla…”

Pero el movimiento de estas lanchitas no terminó ahí. Volvieron al museo, donde Albana Álvarez miró fotos, planos y documentos sobre lanchas de pesca artesanal. Su desafío fue pintar y armar las lanchitas miniatura recordando a la flota amarilla de Ing. White.

Para eso trabajó semanas con pequeños hilos, tejidos como redes, aritos para hacer salvavidas. Su investigación incluyó un encuentro con el pescador Herminio Onorato, en el que junto al equipo del museo, le hizo preguntas para entender el uso de una lancha de pesca.

¿Cómo siguen las lanchitas? Cada una tomará su propio camino. La primera de ellas zarpó a la palma de José Aversano. Él, que llegó desde Ponza (Italia) de chico y trabajó como pescador más de 30 años sobre el Águila Blanca, le dio un beso a la pequeña lanchita “Águila Blanca” la ultima Noche de los Museos, y se la llevó a su casa.