Meses atrás, el pescador Herminio Onorato encontró una pequeña embarcación a escala que hace años daba vueltas por su casa. De sólo 38 centímetros de longitud, dos mástiles caídos y mucho polvo acumulado, ni siquiera recordaba de dónde había salido: “En una de esas la hice yo, pero no me acuerdo”.

Estaba a punto de tirarla, pero decidió probar en su Pelopincho si flotaba: como soportó el embate de las olas a esa escala, la trajo al museo. Tal vez ahí podría servir, ¿por qué no? Días atrás había visto cómo en esta cocina tomaban forma los fragmentos de madera de la lancha Águila Blanca y se convertían en pequeñas lanchitas amarillas como modo de seguir navegando en la memoria.
El barco miniatura de Herminio pasó a manos de otro vecino, Claudio, ex marinero que en su tiempo libre hace esculturas, pinturas y collages de temas marítimos, a sólo dos cuadras del museo. Lo invitamos a recuperar la embarcación, pero sobre todo a modificarla, dándole su propio toque.
¿No iba acaso el barco de Teseo, también, reemplazando cada una de sus tablas para seguir navegando? ¿No despertaba la pregunta de si seguía siendo el barco de Teseo o era ya otra cosa? Si querés saber qué pasó con este Argo whitense, no te pierdas el próximo posteo.