Sí, a veces en Ing. White se actualiza la paradoja de Teseo. Esta antigua leyenda griega contaba que el Argo, barco en el que viajaban los Argonautas, siguió navegando durante años porque cada tabla que se deterioraba era cambiada por otra nueva, hasta que, con el paso del tiempo, todas ellas habían sido reemplazadas. Entonces, ¿seguía siendo el mismo barco? La pregunta se amplía: si las tablas viejas se guardaban para luego construir otro barco, ¿cuál de ellos sería el barco original de Teseo?
Durante el trabajo de resguardo de maderas de la lancha “Águila Blanca”, que estuvo emplazada frente al museo desde 1987 y fue desmontada en 2021, surgieron esas y otras preguntas: ¿Es posible que la experiencia que contiene pueda seguir navegando? Si durante décadas, quien la veía pensaba también en la historia de cada una de las lanchas pesqueras que habían atravesado la ría… ¿Estamos frente a los restos de una lancha o son restos de miles?
Para seguir con una acción concreta, llevamos las tablas del Águila Blanca a la carpintería de la Escuela Municipal de Capacitación Laboral de San Roque. Ahí, el maestro Ricardo Masson cortó cada una en pequeños tacos de madera y, en un instante, se multiplicaron para construir futuras lanchitas.
Estos fragmentos viajaron después a una carpintería de calle Aventente, en Ing. White, donde Matías Mancisidor las torneó en detalle para darles la curvatura justa. Mientras lijaba esas maderas, decía: “¡Si habré jugado sobre la cubierta de esta lancha de chico! Y ahora me toca trabajarla…”
Pero el movimiento de estas lanchitas no terminó ahí. Volvieron al museo, donde Albana Álvarez miró fotos, planos y documentos sobre lanchas de pesca artesanal. Su desafío fue pintar y armar las lanchitas miniatura recordando a la flota amarilla de Ing. White.
Para eso trabajó semanas con pequeños hilos, tejidos como redes, aritos para hacer salvavidas. Su investigación incluyó un encuentro con el pescador Herminio Onorato, en el que junto al equipo del museo, le hizo preguntas para entender el uso de una lancha de pesca.
¿Cómo siguen las lanchitas? Cada una tomará su propio camino. La primera de ellas zarpó a la palma de José Aversano. Él, que llegó desde Ponza (Italia) de chico y trabajó como pescador más de 30 años sobre el Águila Blanca, le dio un beso a la pequeña lanchita “Águila Blanca” la ultima Noche de los Museos, y se la llevó a su casa.
