La semana pasada el Museo del Puerto participó de Futopia, el 1er Foro Federal de Cultura y Ambiente, que se llevó adelante en Córdoba, para intercambiar miradas con otras experiencias del país en torno a las prácticas culturales y el medio ambiente. Fueron días de conferencias, conversaciones y talleres, entre las que siempre cuentan mucho las charlas de pasillos y sobremesas.
En la ronda de charlas “Constelación de miradas y experiencias”, contamos varias acciones de los últimos años en el museo que tal vez hacen bastante difusa la separación entre ambiente y cultura: armar en el patio el “Paseo de los Bidones” junto a más de 40 vecinas y vecinos de los barrios de Ing. White, cómo un gato nos cambió el modo de pensar el propio equipo de trabajo municipal, qué aportan las ciencias naturales a la construcción de un mapa bordado por más de 30 mujeres de la localidad y qué preguntas nuevas nos hacemos estos días sobre el malvón que está en una de las salas del museo.
Pero, sobre todo, compartimos una inquietud: ¿a quiénes escuchar en el intento de pensar un futuro más sustentable? ¿a quiénes se suele dejar afuera para pensar al ambiente? Las mismas plantas del patio del museo parece que susurran una pregunta: ¿y si solo fuera posible contar algo de nosotras a partir de los saberes particulares de un vecino que trabajó como peón de campo y hoy vive en el barrio Boulevard, de cocineras de ravioles de ortiga, o de la vecina que creció en Formosa y hoy cruza la ruta hasta el salitral para mudar gajitos de Opuntia a su patio? Esos conocimientos, que se configuraron desde la práctica, son vitales. Justamente porque tal vez sea desde el borde donde más impactan las injusticias ecológicas, desde donde puedan brotar modos de mejorar la vida humana y no sólo humana del futuro.
